BOLETIN DE PRENSA PUBLICADO EN DIVERSOS MEDIOS LOCALES, ESTATALES Y NACIONALES

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BIENVENIDOS

POR SIEMPRE TOLLANTZINCO ES UN FORO DE DIFUSIÓN CULTURAL QUE PRETENDE IMPULSAR EL REDESCUBRIMIENTO DEL VALLE DE TULANCINGO COMO UNO DE LOS ASENTAMIENTOS HUMANOS MÁS ANTIGUOS DE AMÉRICA LATINA, CUYO VALIOSO PASADO NOS REMITE A LOS ORÍGENES DE LA PROPIA HUMANIDAD.
ENTENDER NUESTRO PASADO NOS PERMITIRÁ COMPRENDER TAMBIÉN NUESTROS HÁBITOS, COSTUMBRES, TRADICIONES, NUESTRO ORGULLO INEXPLICABLE POR ESTE RINCONCITO DE LA PROVINCIA HIDALGUENSE... NUESTRA TULANCINGUIDAD...

El descubrimiento del pulque




El Historiador Fernando de Alva Ixtlilxochitl relató de forma sobresaliente la leyenda del pulque , en ella da noticia de que el Rey Tolteca Tecpancaltzin, recibió en su palacio la visita de Xóchitl, junto con el padre de ésta, de nombre Papatzin, quien hacía poco tiempo había inventado una bebida llamada pulque y que en el pueblo Azteca fue conocida como octli; misma que la hermosa doncella había llevado como obsequio al monarca.
Tecpancaltzin, enamorado de Xóchitl la hizo su mujer, y años más tarde procrearon un niño, a quien pusieron por nombre Maeconetzin, cuyo significado es “niño del maguey”, con el tiempo el niño se hizo hombre y fue coronado como rey bajo el nombre de Topiltzin, extendiendo su gobierno por más de cuarenta años.
Con independencia de la leyenda de Xóchitl, los vestigios arqueológicos mas terminantes que aportan indicios acerca del descubrimiento del pulque, han permitido a diversos especialistas sostener que la explotación del mayahuel (maguey), así como el descubrimiento del octli (pulque), tuvo verificativo gracias a los Tolteca en la época de Meconetzin, quienes comenzaron a explotar el beneficio del maguey, aunque algunos vestigios apuntan a que fueron los Aztecas en su camino hacia la cuenca de México quienes desarrollaron la ancestral bebida .
Teorías las anteriores, que fueron refutadas por los Arqueólogos Florencia Müller y César Lizardi, quienes en la década de los cincuenta descubrieron en los yacimientos arqueológicos del Valle de Tollantzinco piezas de obsidiana a las que llamaron raspadores terminales , los cuales eran utilizados por los tlachiqueros como herramienta dentro del proceso fermentador de la bebida, ello aunado a que esos utensilios fueron hallados cerca de cenizas de maguey, que datan de cinco siglos antes de la era Cristiana, es decir, diecisiete siglos previos a la existencia de Papatzin y Xochitl, quienes han sido señalados como protagonistas del surgimiento del milenario elixir.
Aquel descubrimiento nos hace pensar que los habitantes del Valle de Tulancingo, fueron pioneros en la explotación del mayahuel y muy probablemente Tollantzinco fue el sitio mágico donde el pulque vio la luz primera.

Huapalcalco


La palabra Huapalcalco deriva de la locución náhuatl, “huapalli” o “huapálitl”, que significa “tabla o viga pequeña”; “calli” que se traduce como “casa”, y ”co”, que es una posposición locativa, todo lo cual se interpreta como “lugar de la casa de madera.”
En 1954, los arqueólogos Florencia J. Müller y César Lizardi Ramos pusieron al descubierto un conjunto de monumentos piramidales con marcada influencia Teotihuacana , piezas de cerámica preclásica , una plaza con estela discordial de tendencia Maya y yugos de estilo Totonaca pues su forma es similar a los elaborados por las culturas de la costa del Golfo de México, se trata de la zona arqueológica de Huapalcalco.
Huapalcalco se extiende sobre una superficie de 39 hectáreas , dentro de las cuales se encuentra la Zona Arqueológica cercada en un perímetro de 4 hectáreas y los descubrimientos realizados en esta zona han sido de gran relevancia para el estudio del México Mesoamericano.
En la parte alta del cerro, en el ángulo sureste, se localizó en los últimos años un basamento piramidal con talud y tablero construido de losas de piedra y revocado de estuco. Un monumento simétrico, aún no explorado, se encuentra en el ángulo noroeste al otro lado de la barranca y entre los vecinos es conocido como “iglesias viejas”.
Se cree que la construcción de la pirámide conocida como de Coapalcallico, comenzó alrededor del año 150 a.C., cuya arquitectura muestra una estrecha relación con Cuicuilco, Tlapacoyac y Teotihuacan.
Entre los años de 50 a 650 d. C. se produjo una intensa explotación de ixtete , todo lo cual hace suponer la existencia de un cercano vínculo con otras ciudades como Tajín y Monte Albán, lugares donde han sido encontrados gran cantidad de objetos realizados con este material y que cuentan con el mismo origen geológico .
Los Hueytlapanecas, quienes posteriormente fueron llamados Tolteca emigraron del norte y se establecieron en Tollantzinco en el año XII Calli.
Al costado izquierdo de la pirámide principal llamada Huapalcalli, se ubica una edificación piramidal que se cree fue hogar de Cé Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, quien alrededor del año 2 conejo, es decir 870 d.C, estableció su trono en lo que hoy se conoce como Huapalcalco; en esta misma época se establecieron nexos con Cholula, Tuxtla, Tenayuca y la región Totonaca.
La cultura Tolteca alcanzó la cúspide de la prosperidad, pero en el año 1116 aproximadamente, comenzó una etapa de notable descenso por lo que la ciudad tuvo que ser abandonada.
Posteriormente, emigraron los chichimecas comandados por Xolotl en 1120 y se establecieron donde aún permanecían restos de familias Tolteca, y de esa forma Tollantzinco fue poblado nuevamente, constituyéndose otro de los señoríos tributarios de Texcoco, fabricando y renovando templos y casas reales de la capital.
La población se incrementó por la llegada de los Tlaxcaltecas. En 1324 el rey Quinantzing decretó congregar a sus súbditos en poblaciones, Tollantcinco que era aliado de otras provincias se levantó en armas, pero al marchar sobre la capital de Texcoco fue vencido, el rey mandó deponer al señor de Tollantzinco, estableciendo mayordomos y gobernadores.
En los primeros años del siglo XV, el rey Azteca Huitzilihuit conquistó Tollantzinco para el imperio Mexica, ocupando la ciudad por un largo periodo, y desde Tollantzinco prepararon dos grandes batallas, una contra los Totonacas asentados en el Tajín, hoy Papantla, Veracruz, y la otra contra los Huastecos establecidos en Huejutla, Hidalgo, en el año 1450.
En 1428 fue coronado Netzahualcóyotl, por lo que entre 1430 y 1431, fue reorganizado el territorio que componía el Imperio y Tollantzinco volvió a incorporarse al reino de Texcoco.
El 19 de febrero de 1487, el Señor de Tollantzinco, acudió por invitación de Netzahualcóyotl a las fiestas habidas con motivo de la inauguración del Templo Mayor en Tenochtitlan .
De ese remoto pasado, aun sobreviven valiosos vestigios en las zonas de Napateco, Zupitlan, Argentina, Hueyapan, Huajomulco, Zazacuala y Huapalcalco, pero es en éste último lugar donde yacen montículos enanos en los que aún no se ha realizado trabajo arqueológico, debiendo destacar que en el Pedregal de Santiago, fue descubierto un entierro múltiple en el lugar donde años más tarde sería construido un lienzo charro, hallando además un objeto de piedra que se cree representa al Dios Viejo .

Prehistoria


Resulta complicado datar la llegada del hombre a tierras Mexicanas, sin embargo se piensa que el arribo humano a nuestro país se remonta 20 mil o 30 mil años atrás[1], dentro de la fase de cazadores y recolectores del periodo paleoindio. Igualmente impreciso resulta conocer el tiempo de la primera presencia del hombre primitivo en tierras del Estado de Hidalgo; sin embargo, los hallazgos más remotos de la prehistoria en esta zona, proceden del Valle de Tulancingo, específicamente de lo que siglos después sería conocido como Huapalcalco, sitio donde se han localizado vestigios de más de 14 mil años de antigüedad[2], los cuales corresponden a la fase de puntas de proyectil del periodo lítico de la prehistoria, y es precisamente en dicho lugar donde fue encontrada el hacha de mano más antigua de la que se tenga noticia en nuestro país con una edad aproximada de 10 mil años.
En la cueva calcinada o del chivo, ubicada en Huapalcalco, la Doctora Cynthia Irwin
[3], logró desenterrar restos humanos, acompañados de diversas lanzas tipo folsom, así como más de 60 artefactos de piedra, todo lo cual confirma que el hombre primitivo que habitó en tierras del Valle de Tulancingo tuvo como actividad principal la caza de animales de mediano y gran tamaño. Según pruebas de carbono 14 realizadas, este hombre prehistórico vivió hace aproximadamente 8 mil años.
En las inmediaciones de los cerros del Huiztle y la meseta de Huapalcalco, fueron halladas pinturas rupestres que transmiten el testimonio de los grupos primitivos que ahí habitaron, en representaciones de hombres, trazos esquemáticos y figuras astronómicas que datan aproximadamente del año 7000 a.C, en las que se puede observar una escena de cacería consistente en un venado de gran cornamenta que es atacado por varios hombres, uno de los cuales se encuentra en posición de lanzar lo que parece ser un arma prehistórica llamada átlatl
[4], que era una continuación del brazo, la cual se utilizaba principalmente para cazar aves que debieron haber habitado en la laguna que se divisa al poniente de la zona.
A un costado de la cueva del tecolote, han sido puestos al descubierto, restos de un tigre dientes de sable, y en las inmediaciones del Valle, cerca de Santiago Tulantepec de Lugo Guerrero vestigios óseos de mamut
[5], lo que constituye un indicio que nos permite afirmar que los cazadores primitivos que habitaron en el Valle de Tulancingo eran hombres de estatura baja y delgados, cuya constitución física no les permitía cazar con facilidad las especies de gran tamaño que componían la fauna prehistórica, por lo que tuvieron que agruparse, para juntos lograr segregar de las manadas algunos Mamuts, dirigiéndolos hasta la zona pantanosa que en aquellos tiempos circundaba las cuevas donde habitaban, hasta que dichos animales quedaban atrapados entre las espesas aguas del Valle, para poder, de esa forma, aprovechar la carne y pieles de los animales que quedaban varados a orillas del pantano.
Contrario a la técnica de caza colectiva antes planteada, existen datos a favor de que la caza individual también fue practicada en la zona, la cual se realizaba con lanzas cuyas puntas de ixtete eran de menor tamaño y estilo fino, las que proyectadas con un atlatl, permitían al cazador hacer una perforación profunda en el cuerpo del animal, ocasionando su desangramiento, ante lo cual solo restaba esperar a que la bestia desfalleciera para poder aprovechar los beneficios de su carne.
También en Huapalcalco, fueron encontradas semillas y granos de maíz que se cree cuentan con más de 6 mil años de antigüedad, lo cual indica que si bien los primeros moradores del Valle de Tulancingo fueron cazadores y recolectores de plantas y frutas, con el paso de los milenios comenzaron su actividad de agricultores.
Igualmente han sido encontrados en el Valle de Tulancingo, vestigios de aves y perros que indican domesticación de animales, así como restos de semillas de maíz y calabaza que revelan una importante actividad agrícola, y por tanto una cultura sedentaria, cuyo desarrollo pudo haber comenzado alrededor del año 4500 a. C.
En el periodo arcaico zonas como Huapalcalco y el Pedregal, fueron pobladas por los Otomíes, constituyendo una de las poblaciones más antiguas de América Latina.
Así, el Valle de Tulancingo ha sido testigo del paso de hombres de diversas culturas recibiendo un legado milenario, que merece ser estudiado.


[1] BENÍTEZ, FERNANDO (1981) Los Indios de México. Pag. 34.
[2] Debe decirse que la antigüedad que se refiere corresponde a los vestigios hallados en Huapalcalco, se obtuvo de estudios de radiocarbono realizados en la Universidad de Míchigan, E.U. en la década de los cincuenta.
[3] Se tiene conocimiento de los hallazgos realizados por Cynthia Irwin, gracias al Maestro Cesar Lizardi Ramos, quien en sus diversas obras reconoce las aportaciones de ésta investigadora al redescubrimiento de Huapalcalco.
[4] Parece que estas pesadas puntas de átlatl fueron usadas por una banda de cazadores de rastreo. GALICIA, GALINDO ANGÉLICA. (2007) Cartografía histórica de Tulancingo. Pág. 9.
[5] Tal descubrimiento fue realizado en 1954 por Florencia J. Müller.

Tollantzinco




La palabra “Tulancingo” deriva de la locución Tollantzinco[1], por lo que de manera consuetudinaria se le ha atribuido significación atendiendo a la imagen proyectada en su jeroglífico[2], el cual presenta un manojo de tules ocultando un hombre, tal como se encuentra plasmado en diversos Códices, como es el caso del manuscrito de los tributos o Códice Mendocino, mismo que fue elaborado de forma bipartita por Tlacuilos Aztecas y Escribanos Peninsulares.
Al respecto, afirma el Maestro Orozco y Berra, producto de una apreciación iconográfica que Tollantzinco significa “atrás de Tollan”
[3].
En realidad, “Tollantzinco”, encuentra su origen en las raíces en náhuatl: “tollin” que significa “tule”; “tlan” que quiere decir “en” o “lugar”; “tzin” que es diminutivo o acepción de “pequeño”, aunque bien pudiera tratarse de la voz “tzintli” que se interpreta como “lugar de la base”; y “co” que es un locativo; todo lo cual se traduce como “Pequeño lugar de tules”, o bien “Pequeño Tollan”.
Esta última acepción evoca a Tollan Xicocotitlan
[4], por lo que ha despertado controversia entre diversos estudiosos, en virtud de que la capital Tolteca fue edificada 13 años después del arribo de esa cultura a tierras del Valle de Tulancingo, resultando, por tanto, ilógico que un sitio que precedió a la fundación de una ciudad pudiera llevar en la significación de su nombre una evocación a esa metrópoli, tal como en la especie ocurre.
Sin embargo, fenómeno similar, por cuanto hace a sitios que llevan el mismo nombre de grandes ciudades, pero que son mas antiguos que estas últimas, ocurre con Texcoco respecto de Texcotzinco y con México por cuanto hace a Mexicaltzinco, tal como lo hizo notar en sus postulados el Maestro Jiménez Moreno.
La anterior observación, aunado a que “Tzinco” pudiera significar, como se ha dicho “cimiento” o “lugar de la base”
[5], nos permite concluir que Tulancingo fue el cimiento de la cultura tolteca, de forma que Tollantzinco pudo ser el lugar donde los Tolteca habrían de asentarse en espera de la llegada de la fecha apropiada para fundar la gran Tollan Xicocotitlán, es decir, Tollantzinco fue la base, donde los Tolteca tuvieron que prepararse para fundar la capital de su imperio, todo lo cual nos permite afirmar que Tollantzinco fue el lugar sagrado que contribuyó terminantemente a definir los cánones de la cultura Tolteca.

[1] El vocablo Tollantzinco no debe ser pronunciado atendiendo a su estructura gramatical, sino que la “ll” debe enfatizarse como una “L” prolongada, de forma tal que lo fonéticamente correcto es Tol:l:antzinco, atendiendo a que la labor evangelizadora emprendida por los españoles más que en castellano fue realizada en latín, lengua romance que cuenta con la citada peculiaridad lingüística, es decir, la escritura de las voces nahuas o aztecas contenidas en este trabajo corresponden a la ortografía del siglo XVI.
[2] El glifo de Tulancingo aparece en el Códice Mendocino, lámina 30r, del que se desprende que Tulancingo concentraba sus tributos en Atotonilco el Grande. MOLINS, FÁBREGA, N. (1990) El Códice Mendocino y la economía de Tenochtitlan. Editorial Porrúa. Ciudad de México.

[3] OROZCO, BERRA, MANUEL. Obras completas. UNAM. Pág. 57.
[4] La “X” se pronuncia como la “SH” inglesa o la “SCH” alemana.
[5] Tales sitios son pueblos que se fundan en espera de la llegada de la fecha en la que tiene que iniciarse ritualmente la vida de la ciudad principal .LÓPEZ AUSTIN ALFREDO. Obras completas UNAM, México. Página 42.

Tulancingo


Tulancingo de Bravo se extiende sobre una superficie de 290.4 kilómetros cuadrados, que constituyen el 1.4% del territorio total del Estado de Hidalgo, México; descansa sobre una llanura aluvial ubicada sobre un eje neovolcánico formado por llanuras y sierra; se localiza entre los 2200 y 2400 metros sobre el nivel del mar en las coordenadas: 21º 24` latitud norte, 19º 36` latitud sur, 97º 58`latitud este y 99º 54`latitud oeste.
La topografía de Tulancingo presenta una superficie semi-plana que se interrumpe por barrancas, cañadas, cerros y volcanes extintos; la cañada más representativa del municipio es la de los hermitaños, que consta de dos secciones que forman una “Y”; dentro de sus cerros destaca el del Tezontle, debiendo su nombre a la piedra volcánica que lo forma.
Otras elevaciones del Valle de Tulancingo son: Cerro Viejo, Napateco, Las Navajas y La Peña del Yolo, entre otras, cuyas entrañas se componen de piedra pómez (espuma volcánica) e ixtete u obsidiana.
El escudo heráldico de la Ciudad fue proyectado por José María Lezama y desarrollado por Sadot F. Ruiz, se encuentra coronado con encina y laurel, símbolos de la fuerza y la gloria, respectivamente; presenta grecas de las Indias de Uxmal; flores de liz como emblema de la nobleza hispana; una espada azteca y una española, distintivo del encuentro entre dos mundos; un brazo como alegoría del trabajo; un búho, insignia de la sabiduría; una cruz en representación de la civilización cristiana y el sol que se interpreta como progreso; así como el triángulo, gorro frigio y manos enlazadas, signo de igualdad, libertad y fraternidad
[1]; proyectando a través de todos sus elementos el presente, pasado y porvenir de Tulancingo de Bravo.
[1] El escudo de armas de Tulancingo fue aprobado mediante sesión de cabildo de fecha 8 de diciembre de 1942, en la que fue presentado el diseño original, mismo que obra en los archivos del municipio, observándose en su reverso la interpretación de los elementos que lo conforman.