Resulta complicado datar la llegada del hombre a tierras Mexicanas, sin embargo se piensa que el arribo humano a nuestro país se remonta 20 mil o 30 mil años atrás[1], dentro de la fase de cazadores y recolectores del periodo paleoindio. Igualmente impreciso resulta conocer el tiempo de la primera presencia del hombre primitivo en tierras del Estado de Hidalgo; sin embargo, los hallazgos más remotos de la prehistoria en esta zona, proceden del Valle de Tulancingo, específicamente de lo que siglos después sería conocido como Huapalcalco, sitio donde se han localizado vestigios de más de 14 mil años de antigüedad[2], los cuales corresponden a la fase de puntas de proyectil del periodo lítico de la prehistoria, y es precisamente en dicho lugar donde fue encontrada el hacha de mano más antigua de la que se tenga noticia en nuestro país con una edad aproximada de 10 mil años.
En la cueva calcinada o del chivo, ubicada en Huapalcalco, la Doctora Cynthia Irwin[3], logró desenterrar restos humanos, acompañados de diversas lanzas tipo folsom, así como más de 60 artefactos de piedra, todo lo cual confirma que el hombre primitivo que habitó en tierras del Valle de Tulancingo tuvo como actividad principal la caza de animales de mediano y gran tamaño. Según pruebas de carbono 14 realizadas, este hombre prehistórico vivió hace aproximadamente 8 mil años.
En las inmediaciones de los cerros del Huiztle y la meseta de Huapalcalco, fueron halladas pinturas rupestres que transmiten el testimonio de los grupos primitivos que ahí habitaron, en representaciones de hombres, trazos esquemáticos y figuras astronómicas que datan aproximadamente del año 7000 a.C, en las que se puede observar una escena de cacería consistente en un venado de gran cornamenta que es atacado por varios hombres, uno de los cuales se encuentra en posición de lanzar lo que parece ser un arma prehistórica llamada átlatl[4], que era una continuación del brazo, la cual se utilizaba principalmente para cazar aves que debieron haber habitado en la laguna que se divisa al poniente de la zona.
A un costado de la cueva del tecolote, han sido puestos al descubierto, restos de un tigre dientes de sable, y en las inmediaciones del Valle, cerca de Santiago Tulantepec de Lugo Guerrero vestigios óseos de mamut[5], lo que constituye un indicio que nos permite afirmar que los cazadores primitivos que habitaron en el Valle de Tulancingo eran hombres de estatura baja y delgados, cuya constitución física no les permitía cazar con facilidad las especies de gran tamaño que componían la fauna prehistórica, por lo que tuvieron que agruparse, para juntos lograr segregar de las manadas algunos Mamuts, dirigiéndolos hasta la zona pantanosa que en aquellos tiempos circundaba las cuevas donde habitaban, hasta que dichos animales quedaban atrapados entre las espesas aguas del Valle, para poder, de esa forma, aprovechar la carne y pieles de los animales que quedaban varados a orillas del pantano.
Contrario a la técnica de caza colectiva antes planteada, existen datos a favor de que la caza individual también fue practicada en la zona, la cual se realizaba con lanzas cuyas puntas de ixtete eran de menor tamaño y estilo fino, las que proyectadas con un atlatl, permitían al cazador hacer una perforación profunda en el cuerpo del animal, ocasionando su desangramiento, ante lo cual solo restaba esperar a que la bestia desfalleciera para poder aprovechar los beneficios de su carne.
También en Huapalcalco, fueron encontradas semillas y granos de maíz que se cree cuentan con más de 6 mil años de antigüedad, lo cual indica que si bien los primeros moradores del Valle de Tulancingo fueron cazadores y recolectores de plantas y frutas, con el paso de los milenios comenzaron su actividad de agricultores.
Igualmente han sido encontrados en el Valle de Tulancingo, vestigios de aves y perros que indican domesticación de animales, así como restos de semillas de maíz y calabaza que revelan una importante actividad agrícola, y por tanto una cultura sedentaria, cuyo desarrollo pudo haber comenzado alrededor del año 4500 a. C.
En el periodo arcaico zonas como Huapalcalco y el Pedregal, fueron pobladas por los Otomíes, constituyendo una de las poblaciones más antiguas de América Latina.
Así, el Valle de Tulancingo ha sido testigo del paso de hombres de diversas culturas recibiendo un legado milenario, que merece ser estudiado. [1] BENÍTEZ, FERNANDO (1981) Los Indios de México. Pag. 34.
[2] Debe decirse que la antigüedad que se refiere corresponde a los vestigios hallados en Huapalcalco, se obtuvo de estudios de radiocarbono realizados en la Universidad de Míchigan, E.U. en la década de los cincuenta.
[3] Se tiene conocimiento de los hallazgos realizados por Cynthia Irwin, gracias al Maestro Cesar Lizardi Ramos, quien en sus diversas obras reconoce las aportaciones de ésta investigadora al redescubrimiento de Huapalcalco.
[4] Parece que estas pesadas puntas de átlatl fueron usadas por una banda de cazadores de rastreo. GALICIA, GALINDO ANGÉLICA. (2007) Cartografía histórica de Tulancingo. Pág. 9.
[5] Tal descubrimiento fue realizado en 1954 por Florencia J. Müller.